La vuelta a la presencialidad nos encuentra revisitando nuestra Educación y nuestras prácticas. En un contexto de presencialidad plena volvemos a mirar nuestras Escuelas, Jardines, Institutos, Centros, en el marco que ofrece la sociedad que tenemos y aquella hacia la que nos quisiéramos encaminar. Por ello siempre lo hacemos pensando para qué mundo queremos educar, qué mundo queremos construir.
Cuando nos planteamos estas preguntas estamos colocando en el centro del debate una disputa político-pedagógica.
En algunos Niveles y/o Modalidades se están desarrollando discusiones acerca de las formas de organización y diseños curriculares con la participación de lxs Trabajadorxs. Inicial, Primaria, Secundaria, Adultxs, Artística. Más allá del Nivel y/o Modalidad donde trabajemos, necesitamos repensarnos desde las complejidades que se nos presentan en nuestras prácticas cotidianas. Y para hacerlo, habrá que definir los problemas y desafíos que enfrentamos quienes sostenemos las ESCUELAS junto a nuestras comunidades.
¿Cuál es la importancia de la palabra de lxs Trabajadorxs en estas consultas?
¿Cuál puede ser la contribución de nuestra mirada como educadorxs, para los debates actuales?
Creemos que reponer las particularidades de los territorios y de los sujetos que los habitamos permite recuperar el conocimiento pedagógico construido desde cada rincón de la Provincia. Allí donde sólo aparecen números y estadísticas, podremos reponer descripciones y propuestas, necesidades y urgencias.
Desde nuestra perspectiva y desde nuestra historia de lucha sostenemos la defensa de una Educación emancipadora. Mucho se ha hablado al respecto y siempre es pertinente recordar qué es lo que está en el centro de la disputa.
Frente a una Escuela que antepone el mérito y el individualismo y evalúa los resultados alejados y descontextualizados de las condiciones materiales y simbólicas en que ocurren los procesos, una pedagogía liberadora se edifica a partir de la construcción colectiva y los lazos solidarios que surgen en propuestas situadas. Requiere una práctica educativa con visión crítica, democrática y participativa que se va tejiendo a partir de tramas vinculares que alojan infancias, juventudes y adulteces diversas.
Una propuesta en clave emancipadora promueve enseñanzas para seres integrales: aprendizajes ligados al pensar, al sentir, al decir, al hacer y al convivir.
Nos encuentra posicionadxs a nosotrxs, a nuestrxs Estudiantes y a las comunidades de pertenencia en clave participativa como sujetos de derechos.
Un paso imprescindible para la construcción de este tipo de propuestas es la valoración de lo propio, el compromiso individual y la construcción colectiva.
Por eso adoptamos una perspectiva que entrama la indagación, generando espacios que nos permitan mirar en el territorio, recuperar las experiencias pedagógicas situadas en sus comunidades, entre obstáculos, desafíos y fortalezas a partir de la propia reflexión sobre la práctica institucional y áulica.
Visibilizar, revisitar y debatir implica un ejercicio donde lxs Trabajadorxs de la Educación nos reconocemos y se nos reconoce como productorxs de conocimiento pedagógico.
Nos empuja la urgencia de comprender que un proyecto político emancipador requiere intencionalidades y decisiones políticas redistributivas fundadas en principios de justicia social.
La Escuela propone siempre horizontes de igualdad en sociedades profundamente desiguales. El único camino es avanzar en la búsqueda y la concreción de políticas educativas y sociales que repongan con nuevas formas de organización –institucional, curricular y de trabajo- y recursos algo de esos horizontes que la Escuela promete.
Las múltiples máscaras que asume la derecha: política, económica, social, cultural y también pedagógica, dejan en evidencia que en el centro del debate aparece una disputa política, nos muestran un proceso conflictivo marcado por tensiones y ataques permanentes a la Educación Pública.
Sabemos que el contenido del Derecho a la Educación se articula siempre a un proyecto político y a las bases ideológicas sobre las cuales este se apoya. Por eso, como agentes del cambio político que habitamos el Estado, participar de los debates es visibilizar y reponer la complejidad de las realidades de los territorios.
Una pedagogía emancipadora supone el trabajo colectivo. Esto exige espacios y tiempos para volver a pensar los puestos de trabajo, los procesos involucrados y los contenidos para dar respuesta a nuevas necesidades. La Escuela sola no puede, la emancipación no se da nunca individualmente, sino que posee un carácter colectivo. Necesitamos conocer, profundizar, proponer.
Aquí nos encuentra, en el marco de nuestra Organización Sindical, lxs Trabajadorxs de la Educación queremos ser constructorxs y protagonistas de una nueva Épica Educativa.